Aprovechando la proximidad de la Semana
Santa, y dado su carácter cultural, además de religioso, he querido escribir
una entrada para hablar brevemente de la celebración de la Semana Santa en
Andalucía.
Intentar comprender la Semana Santa de
Andalucía requiere conocer muchos factores que a lo largo de la historia han
hecho de ella lo que en la actualidad es y sobre todo a sus artífices, los
andaluces, que son quienes realmente la llevan a cabo.
El pueblo andaluz es un pueblo que ha surgido
de multitud de mezclas culturales. En su suelo han vivido los Íberos,
primeros pobladores conocidos, y muchos otros pueblos como Tartesos, Cartagineses,
Fenicios, Romanos, Árabes y Cristianos. Diferentes culturas que han dejado en
esta región lo mejor de cada una de ellas. En este sentido es importante
destacar la tolerancia en la convivencia que hubo entre los pueblos Árabe,
Judío y Cristiano durante varios siglos al que se unió el pueblo Gitano.
Junto con lo anteriormente expuesto, la
situación geográfica de Andalucía hace que su clima sea agradable y del andaluz
una persona abierta y sociable, con la imperiosa necesidad de exteriorizar sus
sentimientos y de compartirlos. La forma de entender la vida es diferente y por
supuesto la forma de manifestarse ante ella también.
Como resultado de todo lo anterior la Semana
Santa Andaluza es diferente. Hablamos de una mezcla perfecta. El ejemplo es la
Giralda. ¿Es un alminar musulmán? No. ¿Es una torre cristiana? Tampoco. Los
cimientos son romanos, el cuerpo almohade, el campanario es del siglo XVII. La
cultura es un elemento vivo y va asimilando nuevas influencias a lo largo del
tiempo.
A continuación reseñaré brevemente algunas de
las características fundamentales de la Semana Santa Andaluza.
Ante todo es un fenómeno de religiosidad del
pueblo católico donde se manifiesta el amor hacia Jesús. Su vida, su muerte y su
resurrección. ¿Cómo se hace? Los católicos se agrupan en distintas asociaciones
llamadas Hermandades y cada una de ellas va a representar un momento de la vida
o muerte de Jesús. Es lo que se conoce como las advocaciones. Por Ejemplo:
“Hermandad de Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén”.
Los nombres de las distintas Hermandades suelen
ser muy largos y recargados, influencia del Barroco que impera también en la
calidad artística de sus imágenes religiosas.
Las imágenes se portan a hombros, pasos o tronos (plataformas de madera tallada
y adornadas con flores y velas) que son llevadas a hombros por grupos de
Hermanos y recorren durante largas horas las distintas calles de las ciudades y
pueblos. Algunos pasos llegan a pesar hasta tres toneladas. Los pasos suelen ir
acompañados por hermanos y hermanas de la cofradía, que le preceden. Los
hermanos cofrades van vestidos con túnicas y capirotes en la cabeza, de forma
puntiaguda y de distintos colores según la Hermandad y son llamados penitentes
o nazarenos. Otros hermanos van detrás de la imagen acompañándola como
agradecimiento por haber recibido algún favor, para pedir uno o simplemente
para acompañar a su Cristo o Virgen de la que es devoto. Algunos van descalzos,
cargando cruces de madera, cadenas en sus pies, con sus brazos en posición de
cruz, viviendo con su propio sufrimiento el sufrimiento de Jesús. Y lloran con
él, a su paso y le rezan y se apiadan de él con fervor.
Las calles, que huelen a
primavera y a incienso, se llenan de colorido. Se adornan los balcones, se
engalanan las terrazas y las iglesias, ante el paso de los cortejos. Y el
pueblo sale en multitud a contemplar el paso de su Señor Jesús y el de la
Virgen Dolorosa que casi siempre le acompaña. En muchos pueblos y ciudades, al
paso de la imagen, desde los balcones de las casas, le le cantan Saetas. Que
según la opinión de algunos es la oración más sentida y mejor cantada de todas
y que nos vuelven a transportar a tiempos pasados. Es una catequesis en la
calle. Una enseñanza llevada a la calle
y hecha por el pueblo con amor, lo más viva y real posible.
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